4. Qué mis suspiros y la gran desolación sobre la tierra te conmueva. Oh Jesús, resplandor de la eterna gloria, alivio del alma peregrinante, en tu presencia mi boca no tiene palabras y mi silencio te habla.

¿Cuánto tiempo tardarás en venir, mi Señor? Ven a visitar a este pobre tuyo y llénalo de alegría. Extiende tu mano y libra a este miserable de toda angustia.

Ven, ven. Sin ti no hay día ni hora alegre, porque tú eres mi alegría y sin ti mi mesa está sola.

Soy desdichado y vivo como encarcelado y con grillos a los pies hasta que me animes con la luz de tu presencia, me pongas en libertad y me muestres tu rostro amable.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.