3. Pídeme no lo que es para ti agradable y cómodo, sino lo que es para mí aceptable y honroso, porque, si lo juzgas rectamente, debes preferir y anteponer mis disposiciones a tus deseos y a cualquier cosa que hayas podido codiciar.

Conozco tus aspiraciones y he oído tus contuos gemidos. Ya quisiera estar en la libertad gloriosa de los hojos de Dios; te deleitas recordando la morada eterna y la patria celestial desbordante de felicidad, pero esa hora todavía no ha llegado; todavía queda un tiempo distinto, un tiempo de guerra, de trabajo y de prueba.

Deseas gozar del sumo bien, pero, por ahora no lo puedes alcanzar. Yo soy ese bien supremo; espérame, dice el Señor (Sof. 3, 8), hasta que venga el reino de Dios.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.