3. El que ama, vuela, corre y se alegra porque se halla libre y sin ataduras. Da todo por el Todo y todas las cosas las posee en el Todo, porque, por encima de cualquier acontecimiento, descansa en el único bien, el Bien Supremo, del cual manan y proceden todos los bienes. No mira a los dones, sino que, por encima de ellos, se dirige al dador de los mismos.

El amor muchas veces no conoce medidas y llega a un fervor que sobrepasa todo límite. El amor no experimenta cansancio ni siente hastío. Desea hacer más de lo que puede; no se queja de que le manden lo imposible porque cree que todo lo puede y le conviene.

El que ama puede realizar cualquier empresa y, en efecto, ejecuta muchas cosas y las lleva a conclusión, mientras aquel que no ama desfallece y sucumbe.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.