Ahora comprendo por qué te fuiste dejando del jardín la rosa tierna, indefensa, doliente la dejaste como quien causa una honda pena. Te marchaste a buscar el infinito, al más allá para implorar consuelo para quienes con el corazón marchito invaden con lágrimas el riachuelo. La muerte amiga te llevó al infinito como en un sueño de ángeles y querubines que bajaron desde el firmamento en una procesión con serafines. Misión cumplida aquí en la tierra se complementa con la vida eterna, apagando tu luz ¡Oh Madre Buena!
Con admiración y respeto, Anamerce Marto.
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