7. El hombre que aprecia todas las cosas como son, no como las juzgan y las valorizan los otros, es verdaderamente un sabio; lleno de sabiduría de Dios más que de los hombres.

El que se ha acostumbrado a vivir interiormente y tener en poco valor las cosas externas, no precisa lugares ni espera circunstancias para entregarse a la oración. El hombre de vida interior se recoge fácilmente, porque nunca se entrega del todo a la actividad exterior. Para él no es un obstáculo el trabajo que le viene impuesto ni una obligación que debe cumplir, ya que sabe acomodarse a las circunstancias según se presentan.

El que íntimamente está bien dispuesto y ordenado no se preocupa de las buenas o malas acciones de los hombres porque éstos, cuanto más ponen su cuidado en las cosas exteriores, tanto más se hallan impedidos y alejados de las externas.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.