El municipio de Sonsón cuenta con diversos lugares turísticos como lo son: la casa de los abuelos, el museo de arte religioso, el páramo de Sonsón, diversos senderos ecológicos, y dentro del área urbana del municipio, un lugar encantador y mágico, llamado actualmente Jardín Etnobotánico El Lago, que ha sido testigo de muchos hechos, pero el paso del tiempo, con su inevitable poder de olvidar, ha hecho que muchos de sus pequeños detalles pasen desapercibidos.

Diversas son las historias que se guardan en este sitio, historias familiares entretejidas en diálogos cotidianos, con alimentos compartidos y juegos infantiles que permanecen en la memoria; intelectuales que algún día se inspiraron allí para crear sus obras, los deportistas, que aprovecharon y aun aprovechan la compañía de la naturaleza para desafiarse a sí mismos y ser cada día mejor. Pero así como encontramos historias de vida, este lugar conserva historias de muerte: drogadicción, asesinatos y también suicidios en épocas recientes, han hecho parte de este sitio.

Sin más preámbulos me dispongo a relatar la historia de este espacio que me ha llamado profundamente la atención por su variada transformación.

En el año 1914 gran parte de la élite sonsoneña, conformaba la recién fundada Sociedad de Mejoras Públicas, la cual se caracterizaba por tener un pensamiento muy innovador para aquella época. Es así como de ellos, fueron surgiendo ideas para que el municipio de Sonsón fuera una ciudad moderna, ejemplar y próspera, con un estilo que a mi parecer mostraba una influencia extranjera, como lo veremos más adelante.

El 26 de mayo de 1914, uno de los integrantes de la Sociedad de Mejoras Públicas, más conocido como Don Benigno A. Gutiérrez, sonsoneño de nacimiento, lanzó la idea de crear un bosque público para el esparcimiento y la recreación de la ciudadanía. La idea fue acogida entonces con mucho entusiasmo y se llevó a cabo pocos años después.

Primero se consiguió que el municipio cediera una extensión de terreno que poseía al norte de la ciudad, luego de esto ser aprobado, se dio inicio al soñado y aclamado proyecto.

La idea un poco más amplia de Don Benigno A. Gutiérrez era la de construir un conjunto armónico con varios árboles, los cuales crecieran libremente, construir dos estanques para aves acuáticas, dotados de barcas con la idea de establecer el ejercicio del remo.

A continuación leamos lo que nos dice Don Benigno A. Gutiérrez sobre el ejercicio de esta actividad en su libro Sonsón en 1917: “El remo fortalece los músculos, y es aporte civilizado, que en otras partes se cultiva con entusiasmo”; nótese en la anterior frase la idea de traer de otros lugares contribuciones como el ejercicio del remo para este pueblo, una visión, reitero, muy extranjera, ya que muchas ciudades importantes de varios países del mundo cuentan con parques naturales en sus centros, con el fin de que sus habitantes tengan una relación más cercana con la naturaleza.

Al final se construyó sólo un lago artificial con una isla, donde se abrigaban los patos y los gansos que se llevaron allí, se sembraron peces de diversas especies y se construyó una sencilla caleta para varias barcas, las cuales eran el encanto de los niños, jóvenes y por supuesto las personas mayores.

Las barcas tienen diversas anécdotas, pero las más comunes son lo que podríamos llamar en nuestra exageración popular, los naufragios por sobrecupo, afortunadamente ninguna persona se a ahogado cuando esto ha sucedido.

Poco después, se construyó un campo de tenis, (podría anotar que nuestro municipio es uno de los pocos que cuenta con una de estas canchas), aunque en este momento no muchos practican este deporte; anteriormente, este sitio fue muy frecuentado por la ya mencionada élite sonsoneña.

También se erigió un parque con juegos infantiles, en donde todos los que vivimos en este pueblo pasamos momentos agradables y nos hemos mecido al menos en uno de sus columpios.

Un dato curioso es que allí se construyó un sencillo hipódromo, sitio obligado para los visitantes. En este lugar se realizaban excelentes carreras de caballos entre los cuales hubo algunos equinos de renombre nacional en la época de 1922, como lo fueron «Monarca», «El Coloso» y «La Epopeya», muy afamada por cierto, ya que su dueño era Don Alejandro Ángel Álvarez, gran financista de esta época.

También se llevó a cabo en el lago una amplia arborización, se sembraron siete cueros, dragos, eucaliptos, acacias, amarrabollos y otras clases de árboles. Se edificó un monumento a la bandera, estilo clásico, donde en muchas ocasiones se rindió homenaje a los símbolos patrios; hoy ese monumento ya no existe, en su lugar se construyó la sede de CORNARE.

Así mismo, se levantó un restaurante-bar (donde esta hoy la ciudadela), con el fin de vender comestibles a los visitantes que acudían allí a buscar esparcimiento y diversión; el sueño de Don Benigno A. Gutiérrez se había cumplido para ese entonces. Ninguno de los gestores de esta obra y aún los habitantes de esta región, se imaginaron los cambios que tendría el lago en el transcurso de los años.

Durante todos estos años el Jardín Etnobotánico El Lago, ha sido testigo de muchas historias de amor, es un lugar romántico para los enamorados, si cada árbol pudiera hablar tendría un sin fin de historias que contarnos. Podría asegurar que casi todas las personas de Sonsón han tenido un momento de amor allí, aunque no faltan los amantes furtivos que lo han utilizado en las horas no familiares para apagar su fogosidad.

Al pasar mucho tiempo el lugar había cambiado, el olvido iba haciendo lo suyo; era la década de los sesenta, la cultura hippie iniciaba su auge en todo el mundo, aun en nuestra región, así, lo que antes era un hipódromo se convirtió en una pista para motociclistas; los tiempos cambian y Sonsón no fue la excepción.

En esta época todos los habitantes esperaban con esmero que la autopista Medellín – Bogotá fuera labrada por el norte de Sonsón tocando nuestro municipio, entonces fue cuando el lago se vio acompañado por otras obras como el Estadio Héctor Urrea, con la idea de que los paseantes de la autopista se llevaran una cara amable de la ciudad.

En este mismo periodo, estaban allí los bonitos ovejos que tanto recuerdan nuestros padres, las fiestas en el restaurante-bar “El Bosque” donde muchos bebían y comían empalagosamente, también un sinnúmero de nuestros abuelos se llegaron a emborrachar al son de la música de los instrumentos de cuerda.

En los años noventa llegó la crisis, el lago estaba en demasiado abandono, muchos nos preguntamos si nuestra cultura de olvido es verdaderamente tan asesina; pero sumado a todo lo que pasaba, como si algo se hubiera empeñado en frenar el desarrollo de nuestro municipio, la Sociedad de Mejoras Públicas también entró en aprietos; los sucesores de aquella élite que un día tuvo tantas ideas estaban arruinados económicamente.

Debido a esto, el lago fue entregado en comodato a la Administración Municipal y se le dio a CORNARE el espacio para construir su sede, la S.M.P tenía la idea que tomando esta medida salvarían el bosque que sus antecesores habían construido y mantenido tan orgullosamente.

El proyecto de CORNARE era ambicioso, construir allí un jardín botánico para que las personas se pudieran divertir y educar al mismo tiempo, pero sólo fue ejecutada una parte del proyecto, debido a los altos costos económicos que éste implicaba.

El lago fue bordeado en cemento y drenado para limpiar su fondo lodoso, además se hicieron otras dos pequeñas islas. Se sembró un poco más de jardín que aun se conserva hasta la fecha.

Con el olvido también llegó la muerte, aun recuerdo aquella mañana del año 2001 cuando la gente del pueblo estaba conmocionada por el asesinato de una mujer; ese día al amanecer acostada sobre una banca del lugar, se encontraba ella, estaba dormida para siempre. El conflicto armado empezaba a acrecentarse y ni siquiera el lago etnobotánico estuvo exento de ser escenario de la violencia que se había apoderado de nuestra región.

Tampoco faltó quien voluntariamente, accediera a quitarse la vida, aprovechando la soledad del lugar, varias ramas de árboles sostuvieron las sogas que guiarían a unos pocos al mas allá. Tal vez con la esperanza de que llegaran a un mundo mejor. Todos estos casos no dejaron de impresionar a los pobladores de este pueblo, pero se repitieron varias veces.

Hoy el lago es visitado los fines de semana por personas que ignoran su historia. Durante la semana van al lago estudiantes que hacen allí algún deporte o personas que simplemente transitan por el lugar. El campo de tenis que en su época causo entusiasmo, está abandonado y se utiliza muy pocas veces, del hipódromo sólo quedan unos pocos vestigios, hoy es difícil seguir el trazado por donde corrían los famosos equinos.

Al escribir esta crónica me doy cuenta del poder que tiene el olvido, no sólo con el lago etnobotánico, sino también, con muchas otras historias de nuestro pueblo. Ojalá esta corta historia pueda ayudar a crear de nuevo ese sentido de pertenencia que tanto hemos perdido. No podemos olvidar que un pueblo que olvida su historia esta condenado a repetirla.

Por: Sr. César Augusto Arias Arias, Cronista Aficionado. (2012)