2. El hombre debería afirmarse de tal manera en Dios que no fuera necesario buscar muchos consuelos humanos. Cuando una persona de buena voluntad sufre tribulaciones o tentaciones, o es afligida por malos pensamientos, entonces mayormente experimenta la ayuda de Dios y constata que sin él nada de bueno puede lleva a cabo. Y se entristece, llora y ruega por las miserias que sobrelleva, le fastidia la vida y desea la muerte (cfr. 2 Cor. 1, 8) para ser desatada del cuerpo y estar con Cristo (cfr. Flp. 1, 23). Entonces también comprende que en el mundo no puede existir serenidad completa ni paz perfecta.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.