2. Aquí me tienes ante ti, pobre y desnudo; me acerco a pedirte gracias y a implorar misericordia.

Da de comer a este mendigo tuyo que tienen hambre, inflama mi frialdad con el fuego de tu amor y alumbra mi ceguera con la luz de tu presencia.

Todas las cosas terrenales conviértelas para mí en amargura: todo lo que me sea pesado y de obstáculo, transfórmalo en una ocasión de paciencia, todo lo creado y pasajero cámbiamelo en objeto de desprecio y de olvido.

Eleva mi corazón hacia el cielo, hacia ti, y no dejes que me pierda vagando sobre esta tierra. Sé tú solo, desde este momento y para siempre, mi única dulzura, ya que sólo tú eres mi comida y mi bebida, mi amor y mi gozo, mi dulzura y mi sumo bien.

Lea también: Capítulo 16 | Manifestemos a Cristo nuestras necesidades y pidámosle su gracia

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.