37. De lo que acabamos de decir, se debe evidentemente concluir: En primer lugar, que María recibió de Dios un gran dominio en las almas de los elegidos, pues Ella no puede hacer en ellos su residencia como Dios Padre le ha ordenado, formarlos, nutrirlos y engendrarlos a la vida eterna como madre suya, tenerlos por herencia y porción suya, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos, dejar en su corazón las raíces de sus virtudes, y ser la compañera indisoluble del Espíritu Santo para todas estas obras de gracia. Me parece que Ella no podría hacer todas estas cosas, sino teniendo el derecho y dominio sobre sus almas por una singular gracia del Altísimo, que habiéndole dado potestad sobre su Unigénito, se la ha dado también sobre sus hijos adoptivos, no sólo en cuanto al cuerpo, lo cual sería poco, sino también en cuanto al alma.

Fuente: Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María y el Secreto de María

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