3. Por lo tanto, no te perezca grande cosa alguna de las que haces, ni la consideres preciosa y admirable, ni la estimes digna de reputación ni elevada. Nada es digno de ser alabado y deseado sino lo que es eterno.

Por encima de todo, complácete en la Verdad eterna y detesta siempre tu eminente vileza.

Lo que más debes temer, despreciar y huir son tus vicios y tus pecados que te deben desagradar más que cualquier pérdida de bienes materiales.

Algunos no andan con sinceridad en mi presencia porque, llevados por una vana curiosidad y presunción, quieren investigar mis secretos, entender las cosas altas de Dios y no se preocupan de sí mismos ni de su salvación.

Estos, muchas veces, caen en grandes tentaciones y pecados a causa de su soberbia y curiosidad que yo rechazo.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.