2. Porque tú, Señor y Dios mío, eres perfectísimo, tú sólo Altísimo, tú solo potentísimo, tú solo suficientísimo y completísimo, tú solo hermosísimo y amorosísimo. Tú solo eres bellísimo y amantísimo, tú solo nobilísimo y gloriosísimo sobre todas las cosas; en ti se encuentran, se han encontrado y siempre se encontrarán, total y perfectamente, todos los bienes.

Por eso considero poco e insuficiente cualquier cosa que me puedes dar o prometer fuera de ti, o me puedes revelar de ti mismo, si no te veo y poseo plenamente. Porque mi corazón no puede realmente descansar ni totalmente darse por satisfecho si no reposa en ti, elevándose por encima de todos los dones y de todo lo creado.

Lea también: Capítulo 12|Hay que buscar la paz sobre todas las cosas

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.