5. El amor siempre vela y, aun cuando descansa, no duerme. Ni la fatiga lo abruma, ni la angustia lo atormenta, ni el temor lo espanta, sino que, cual vigorosa llama y antorcha resplandeciente, se eleva hacia lo alto y derrama vigorosamente sus rayos.

Si alguno ama, conoce perfectamente la fuerza que posee el amor. Un gran clamor que llega a los aídos de Dios es el ardiente deseo del alma que dice: «Dios mío, amor mío; Tú eres todo mío y yo soy toda tuya».

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.