1.Escucha, hijo, mis palabras. Son palabras dulcísimas, más elevadas que toda la doctrina de los filósofos y de los sabios de este mundo.

Mis palabras son espíritu y vida (Jn. 6, 63) y no hay que interpretarlas según el entendimiento humano. No se deben oír por vana complacencia, sino en silencio y recibirse con suma humildad y ardiente amor.

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Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.