1. Hijo, cuídate y no discutas acerca de las cosas del cielo y de los ocultos juicios de Dios, de por qué uno sea tan abandonado y otro elevado a tan alto grado de gracia, de por qué aquel sea tan afligido y este otro tan altamente ensalzado.

Estas cosas están más allá de toda humana posibilidad y no existe ningún razonamiento ni hay ninguna reflexión suficiente para penetrar los juicios de Dios.

Cuando, por lo tanto, el enemigo te sugiera alguna explicación o algunos indiscretos te la pregunten, respóndeles con el dicho del profeta: Tú eres justo, Señor, y rectos son tus juicios (Sal. 118, 137), o con estas palabras: Los juicios de Dios son verdaderos y equitativos por su esencia (Sal. 18, 10).

Mis juicios deben ser temidos y no discutidos, porque son incomprensibles al entendimiento humano.

Lea también: Señor, bendita sea tu palabra

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.