A partir de ésta expresión: “Es la hora de recostar las sillas en la puerta, y de empezar a contar la historia, antes de que lleguen los historiadores”; vale la pena iniciar éste ensayo de Colombia en el Planeta, un jalón de orejas que nos hacen a cada uno de los colombianos con el propósito de hacer un recorrido por nuestro territorio, desempolvar los libros y reconstruir los relatos de los ancestros con el único propósito de no olvidar.

Parece que el dicho popular “quien olvida la historia, está obligado a repetirla” es uno de los muchos conjuros que escuchamos pero de los cuales no sacamos ninguna conclusión. Pues bien, ésta vez quiero que por lo menos hagamos el intento de volver al pasado, aunque sea solo al leer éste ensayo, y nos situemos en un croquis de nuestra querida Colombia; Sí, de esos croquis que utilizábamos cuando estábamos en la escuela, incluso en el colegio y nos llamaba la atención por sus relieves, ríos, minerales, montañas y por los dos extensos mares que lo cobijan.

Colombia, sin lugar a dudas es el país con mayor riqueza natural, tiene una cultura inigualable y su gente es de lo más particular… aun con todo esto, los años han ido deteriorando el patrimonio, se han gestado en el país procesos y movimiento que no han contribuido con la tradición y el folclor popular de nuestra gente, invirtiendo los papeles y obligando aceleradamente a las diferentes comunidades a transformarse y adquirir nuevos símbolos e identidades.

Como lo menciona William Ospina, hoy los colombianos somos víctimas de los tres grandes males que echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el huracán de las guerras, la hojarasca de la compañía bananera”. La intranquilidad que hoy vivimos lo colombianos no es ajena a los acontecimientos vividos en el pasado. Hoy tenemos que encontrarnos con nuestros victimarios en todas partes, hasta los mismos medios de comunicación nos están recordando constantemente los errores y horrores que vivimos en el pasado y nos presentan a los malos como los buenos, las confrontaciones como los episodios más sorprendentes… y no son conscientes de la alteración de la realidad que están ocasionando, que en la mayoría de los casos no trae nada bueno para nuestra historia, nuestras costumbres y tradiciones, para esas líneas históricas, patrimoniales y culturales que algunos pocos colombianos queremos conservar hoy sin ningún rayón.

Y nos es que no nos guste estremecernos con los enfrentamientos armados, los desplazamientos, las problemáticas sociales… ¡nos encanta! por qué es lo que nos ofrecen y como no tenemos nada más que ver; en Colombia parece que la capacidad creativa solo encuentra en los hechos amargos y dolorosos las “ideas más radiantes” para crear, sin darnos cuenta que son un síntoma de nuestras raíces cortadas, del desarraigo y de una entrañable patria perdida. ¡Qué problema tan grande tenemos los colombianos!

Sin embargo, hay una esperanza, existe la posibilidad de recuperar esa confianza perdida cuya realidad resulta mucho más fácil de percibir que de explicar, donde sea posible confiar en los demás y que los demás confíe en nosotros, donde se recupere el sentido de pertenencia y los valores, para volver a lo que nuestro país era antes, donde se puedan recuperar todos los momentos que hacían del colombiano una persona valiosa por su procedencia y educación.

La Sociedad de Consumo

Por otro lado,  la nueva  era a la que el mundo se enfrenta hoy en día no puede ser impedimento para que Colombia, un país tercermundista, se adapte a las tecnologías de la información y contribuya desde sus contenidos a dinamizar los procesos culturales y sociales, articulando el pasado con el presente y lo que pueda pasar en el futuro; de ésta manera solo podrá salirse de sus límites y encontrar en el mundo el lugar que se merece por ser portadora de conocimiento y del gran potencial humano que posee.

A pesar de la lógica de consumo en la que todos en cualquier lugar del mundo nos vemos sumergidos, deben existir mecanismos que desde ya estén regulando esas informaciones que muchas veces empiezan a crear en nosotros pérdida de identidad y patriotismo, transformando nuestros pensamientos y formas de vivir, incluso incitándonos a nuevas problemáticas sociales, llevándonos al desplazamiento de nuestra tierra y de nuestras costumbres.

Hoy Colombia necesita de hombres y mujeres capaces de entender las dinámicas de consumo y cambios sociales para que con nuevas y mejores ideas hagamos de este territorio el más próspero y dinámico con una cultura más arraigada a las tradiciones para que en este década posmoderna podamos hablar con el lenguaje que nos propone la mundialización y no nos perdamos en la diversidad de culturas, lenguajes e identidades que posee el planeta.

“Porque es verdad que un país sólo se puede relacionar con el mundo desde la perspectiva de su originalidad”. Y Colombia, en cada una de sus seis regiones alberga un patrimonio cultural y ambiental bastante importante que no puede ser opacado o destruido por los intereses de algunos pocos.

Para finalizar, Imaginarse el final del desarrollo como régimen de representación suscita todo tipo de interrogantes sociales, políticos y teóricos. Recordando que el discurso no está constituido solo por palabras y que las palabras no son: “viento, un susurro exterior, un batir de alas que uno tiene dificultad en oír en el asunto serio de la historia” (Foucault, 1972: 209). El desarrollo y su discurso deben ser ante todo, niveles de crecimiento económico, social, cultural y político de una sociedad o país. 

Cita: Colombia en El Planeta, (Relato de un país que perdió la confianza). William Ospina.