2. En estas circunstancias te conviene refugiarte en ocupaciones humildes y externas, fortalecerte con buenas obras, aguardar con firme esperanza mi venida y mi visita celestial y soportar con paciencia el destierro y sequedad de espíritu hasta que yo vuelva nuevamente a ti para liberarte de todas tus angustias.

Yo te haré olvidar todas las tristezas y te haré gozar la tranquilidad interior.

Te descubriré los anchos prados de las Escrituras para que, aliviado tu corazón, corras por el camino de mis mandamientos (Sal. 118, 32).

Entonces dirás: Los padecimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria futura que ha de manifestarse en nosotros (Rom. 8, 18).

Lea también: Capítulo 51 | Hacer cosas humildes al no poder realizar las grandes

Fuente: Tomas de Kempis. La Imitación de Cristo. Edición Paulinas.